Pauta de Crianza Andina



La crianza ha sido entendida habitualmente como la transferencia de los contenidos culturales a un continente vacío: el niño. Hay suficientes argumentos para considerar que esa afirmación no es universal, que la relación entre los adultos y los niños podría ser una relación de poder, la que, como todas las relaciones de poder, implica también una relación de resistencia. Al margen de esa discusión, que elimina “monopolio humano” de la crianza, en la cultura andina no existe un “monopolio humano” de la crianza, ya que es una relación interdependiente, de dos vías, entre la naturaleza y los seres humanos.

La familia andina siente que un hijo no sólo les pertenece a ellos sino que es un brote de la vida del que participan todas las colectividades telúricas y sagradas; se vivencian como hijos de su madre biológica pero también de las deidades y de la naturaleza.


Uno de los aspectos centrales en las prácticas de crianza en la cultura andina es la atención y el cuidado que se da a los niños en los primeros meses y años de vida. La principal responsable de la atención de los niños, desde su nacimiento hasta los primeros años, e inclusive la adolescencia es la madre.

Algo importante e invaluable de las comunidades andinas, aunque no es exclusivo de esta cultura, es el apoyo que brindan en la labor de crianza de los hijos las redes del entorno familiar inmediato y la familia extendida. Así las madres andinas saben que cuentan con la importante colaboración de la familia más cercana. Las más comprometidas en esta labor son las abuelas y las tías.

En el mundo andino existe cierta división de trabajo. Comúnmente, los niños están con la mamá hasta el primer año de vida, siempre cargados de su espalda. Después de esa etapa, cuando ya empiezan a caminar y a dejar de ser amamantado, comienzan a quedarse al cuidado de los hermanos o del papá, siempre que éste disponga de tiempo para coordinar sus actividades con las de la madre.



En las ciudades, y con mayor frecuencia en cualquier comunidad rural, es usual ver a una madre andina cargando en la espalda a los niños menores de un año en un aguayo. Esto es todavía más extendido en el ámbito del hogar, pues esta modalidad de cargar al bebe resulta muy funcional a las mujeres rurales, ya que les permite realizar casi todas las tareas domésticas diarias relacionadas con la alimentación, limpieza de la casa, lavado de ropa y cuidado de los otros hijos sin tener que separarse de aquel. Hay que tener en cuenta que el contacto físico de la madre con el bebé es medicamente recomendado en los primeros meses, ya que este contacto y el calor, además de servir de arrullo cuando los niños lloran, favorece su desarrollo emocional y psicoafectivo.